El detective Carlos Valencia, al frente del Grupo Ges, recuerda su primer caso con nostalgia. Era 1993 y la misión era clara: desenmascarar a un camarero que se estaba quedando con el dinero de las consumiciones en un hotel. Con una simple libreta, Carlos anotó cada pedido que salía de la barra, sin necesidad de cámaras ni tecnología sofisticada. Al final, su informe resultó en el despido del infractor, pero eso fue solo el comienzo de una carrera marcada por la astucia y la intuición.
Un mundo donde las bajas laborales son protagonistas
Hoy, Carlos nos cuenta cómo ha cambiado su profesión. La demanda de servicios como los suyos ha crecido desmesuradamente debido a un fenómeno que no podemos ignorar: las bajas laborales se han duplicado en apenas diez años. “Es escandaloso lo que está ocurriendo”, señala con preocupación. Mientras tanto, los clientes que buscan sus servicios son mayormente empresas, dejando atrás las historias clásicas de infidelidades que tanto alimentaron la imagen del detective.
A pesar del estigma del espía, Valencia aclara que ser detective es muy distinto; ellos investigan casos privados sin invadir la privacidad ajena. Con el auge de internet, el acceso a información ha cambiado radicalmente; ahora un 40% de lo que obtienen proviene de las redes sociales. Sin embargo, esto también plantea retos: «Antes había más mérito», dice, refiriéndose a una época donde los recursos eran limitados.
Aunque su trabajo es apasionante y cinematográfico, no todo es glamour. Los detectives trabajan 24/7 y a menudo deben estar disponibles incluso durante los fines de semana. «Siempre estamos al pie del cañón», afirma con determinación.
En este contexto cambiante y desafiante, queda claro que detrás de cada investigación hay una historia humana esperando ser descubierta.