La escena era casi surrealista. Imagina un avión, abarrotado de turistas alemanes, donde la fiesta se desataba mientras volaban hacia Mallorca. No es solo una anécdota más, es un claro reflejo de cómo el turismo de gatera ha llegado a nuestros cielos, dejando atrás la consideración y el respeto por el espacio compartido.
Un grito de alerta en Menorca
Mientras tanto, en Menorca, las calles se colapsaban por una marea de personas que exigían que se limitara la entrada de coches turísticos. Es una lucha que no podemos ignorar; la comunidad está alzando su voz contra este monocultivo turístico que amenaza con asfixiar nuestra esencia local.
No solo eso, Palma y Eivissa también están levantando sus banderas y sumándose a las protestas europeas del 15 de junio. La idea es clara: necesitamos establecer límites al turismo para preservar nuestras islas. La campaña ‘Welcome to Sollerland’, impulsada por inteligencia artificial, muestra exactamente lo que está pasando: ¡la masificación ya no es sostenible!
Aunque hemos tenido suerte y las Islas Baleares se han salvado de apagones eléctricos recientes que han afectado a España y Portugal, los problemas persisten. ¿Qué nos pasa cuando la falta de control nos lleva a perder lo que amamos? Un joven perdió la vida recientemente en un trágico accidente entre un autobús y un coche; otro recordatorio escalofriante de la urgencia de poner orden.
Entre fiestas desenfrenadas y desgracias inesperadas, nos enfrentamos a un dilema: ¿estamos dispuestos a tirar todo por la borda para seguir llenando nuestros hoteles? Ojalá podamos encontrar el equilibrio necesario antes de que sea demasiado tarde.