Imagina que estás en la cocina, listo para preparar un delicioso sándwich. Tienes a mano esas lonchas de queso que prometen derretirse y hacer maravillas. Pero, ¡sorpresa! Al calentarlas, en vez de fundirse, se convierten en un oscuro desastre. Esto, amigos míos, no es solo una cuestión de mala suerte; es ciencia pura.
La diferencia entre queso y sucedáneo
El doctor en química y divulgador Vladimir Sánchez, conocido como BreakingVlad en redes sociales, nos revela lo que hay detrás de este fenómeno. La clave está en los ingredientes. Resulta que no todos los quesos que encontramos en el supermercado son realmente queso. Algunos son sucedáneos que pueden llevar algo de queso real, pero también almidones y aditivos que buscan abaratar costos.
Aquí es donde empieza el lío: mientras el queso auténtico, hecho a base de leche y lleno de caseína —una proteína fundamental— se derrite con facilidad al calor, esos sucedáneos tienen una composición diferente. Según Vladimir, “los almidones y aceites añadidos no reaccionan igual ante el calor”. Así que cuando intentamos calentar esos trozos de sucedáneo, los almidones tienden a quemarse; algunos incluso cuentan con estabilizantes que les hacen resistir más ante la temperatura.
Por eso es crucial mirar bien las etiquetas antes de lanzarnos a comprar ese “queso” tan tentador. Si ves almidón entre los ingredientes, ya sabes: probablemente estés ante un sucedáneo disfrazado. Así que la próxima vez que vayas a la tienda, ten cuidado con lo que eliges; tu estómago te lo agradecerá.