En el corazón de Palma, donde la historia y la modernidad se entrelazan, se encuentra el barrio de Marqués de la Fontsanta. A pocos pasos de lugares emblemáticos como la Plaza España y el Parc de Ses Estacions, este rincón parece tenerlo todo: buena comunicación gracias a las líneas de autobús y tren, y una ubicación privilegiada. Sin embargo, bajo su atractivo exterior, los vecinos están lidiando con problemas que ponen en jaque su calidad de vida.
Un entorno lleno de contrastes
Este barrio tiene raíces profundas que se remontan a tiempos pasados, cuando un hospital para enfermos de malaria marcaba el paisaje. Hoy en día, antiguos edificios como el Cine Avenida han sido transformados en hoteles modernos y comercios vibrantes. Pero no todo es color de rosa. La creciente población extranjera ha traído consigo nuevos matices culturales, pero también desafíos que muchos residentes sienten cada vez más intensamente.
Uno de los puntos más críticos es el Parc de Ses Estacions, donde los fines de semana parecen desatar una tormenta perfecta: ruido ensordecedor, inseguridad palpable y un incivismo que ha hecho saltar las alarmas entre quienes allí viven. Las festividades navideñas o cualquier evento especial solo agravan una situación que ya resulta insostenible para algunos vecinos, quienes consideran dejar atrás su hogar por paz mental.
A pesar de la constante presencia policial en esta zona caliente del vecindario, muchos lamentan que las intervenciones llegan tarde. Entre música folclórica y celebraciones alegres se cuelan peleas alimentadas por el alcohol y situaciones incómodas provocadas por personas sin hogar que habitan esos espacios públicos. La llegada inminente de una comisaría local promete mejorar la seguridad; sin embargo, ¿será suficiente?
Además del ruido y la inseguridad, otro problema acecha a Marqués de la Fontsanta: el tráfico intenso que entorpece el estacionamiento. Aunque hay aparcamientos públicos y privados disponibles, esto no siempre alivia las molestias diarias para quienes viven ahí. Los residentes sienten que pagar por aparcar es solo uno más de los peajes por vivir tan cerca del bullicio comercial del centro.
A pesar de todo esto, hay un rayo de esperanza: Emaya está trabajando duro para mantener limpio este entorno tan transitado por miles cada día. No obstante, los vecinos piden más atención al detalle para evitar que sus calles se conviertan en un vertedero tras la visita diaria del turismo masivo.