Imagina la escena: un día soleado en Londres, turistas por todas partes y, en medio de este bullicio, una joven española decide que es el momento perfecto para sacar su paraguas. Pero no lo abre porque vaya a llover; no, ella tiene otro plan. Mientras observa a un guardia real montado a caballo frente al majestuoso Palacio de Buckingham, empieza a abrir y cerrar su paraguas como si estuviera en una función de teatro. ¿El objetivo? Llamar la atención del soldado.
Una reprimenda inesperada
Pero el guardia, con toda su seriedad y disciplina británica, no se lo toma muy bien. Al darse cuenta de lo que está ocurriendo, alerta rápidamente a sus superiores. En cuestión de minutos, aparece uno de ellos para poner las cosas en su sitio. Se acerca a la joven y le dice: «Le agradeceríamos que no le hiciera eso en la cara a los caballos», mientras intenta calmar al animal con unas palmaditas. Es evidente que esa broma puede tener consecuencias inesperadas.
Con voz firme pero educada, el militar añade: «Son bonitos de ver, pero por favor sean respetuosos; están haciendo un trabajo». La chica, que minutos antes reía con sus amigos ante la situación tan peculiar que había creado, se encuentra ahora ante una realidad mucho más seria. Este pequeño incidente nos recuerda lo importante que es ser respetuosos con los demás –en este caso, incluso con los animales– independientemente de cuán divertido pueda parecer algo en el momento.