La situación en la conflictiva provincia de Kivu Norte, en Congo, se ha vuelto insostenible. Con al menos cuatro casos confirmados de ántrax y un fallecido, las autoridades han encendido las alarmas. En los territorios de Lubero, Butembo y Binza, la sombra del conflicto armado no solo afecta a la seguridad, sino que también amenaza la salud pública.
Luanda Kamala, asesora sanitaria de la Gobernación provincial, no se anda con rodeos. Ha hecho un llamado urgente a todos aquellos que experimenten síntomas como fiebre o problemas respiratorios: “¡No esperen! Acudan a los centros de salud inmediatamente”. Las palabras resuenan con fuerza en una región ya desgastada por décadas de violencia y desplazamientos masivos. Desde 2025, más de un millón de personas, incluidos unos 400.000 niños, han tenido que dejar sus hogares debido a los enfrentamientos entre milicias.
Una crisis que se agrava día a día
El brote actual no es algo nuevo; ya en junio del año pasado se reportaron casos similares en Bashu y desde el 11 de abril han llegado avisos sobre más contagios sospechosos en Lubero. La comunidad vive bajo una constante tensión donde cada noticia parece empeorar la situación. Con tantos desplazados y condiciones sanitarias precarias, el riesgo de propagación es altísimo.
Las estadísticas son escalofriantes: cada día que pasa sin una respuesta efectiva aumenta el miedo entre los ciudadanos. ¿Cuántas vidas más deben estar en juego antes de que alguien tome acción? Este drama humano nos interpela a todos; porque lo que ocurre en Kivu Norte no es solo un problema lejano. Es un grito desesperado por ayuda y atención inmediata.