En un giro desgarrador de los acontecimientos, las autoridades de Hodeida, una gobernación yemení bajo el control de los rebeldes hutíes, han comunicado este viernes que el número de muertos por el ataque del Ejército estadounidense a un puerto petrolero en Ras Isa ha ascendido a casi 60 víctimas fatales y más de 130 heridos. La información preliminar del Departamento de Salud local revela que son 58 fallecidos y 126 heridos, según recoge la cadena Al Masirá, que se alinea con los hutíes.
A través de testimonios escalofriantes, hemos sabido que los bombardeos se produjeron en hasta 14 ocasiones. Lo más impactante es que durante una segunda oleada de ataques, cuando ya había personal de emergencias intentando salvar vidas tras el primer asalto, Estados Unidos decidió seguir lanzando misiles. ¿Hasta dónde hemos llegado?
Causas y consecuencias del conflicto
El Mando Central estadounidense (CENTCOM) justificó estos ataques afirmando que buscaban eliminar una fuente crucial para financiar a los terroristas hutíes respaldados por Irán. En su comunicado sostienen que este combustible debería ser entregado al pueblo yemení, no utilizado como herramienta bélica. Pero estas palabras caen en oídos sordos para muchos; los hutíes han calificado lo sucedido como un “crimen de guerra completo” y prometen que no quedará impune. Ellos denuncian las justificaciones estadounidenses como “falsas y engañosas”.
No hay duda de que esta situación es extremadamente compleja. En medio de toda esta tensión, hemos visto cómo los rebeldes han reanudado sus ataques contra la navegación israelí en el mar Rojo después del alto al fuego acordado en enero. Y todo esto ocurre mientras el presidente Donald Trump ordena bombardeos casi diarios desde hace un mes como respuesta a la creciente violencia.
Parece que la tragedia se repite sin cesar, dejando atrás historias humanas entre tantas cifras frías. Es hora de reflexionar sobre lo que estamos presenciando y preguntarnos: ¿realmente aprendemos algo? Las vidas perdidas son mucho más que estadísticas; son familias destruidas y sueños apagados.