En un rincón olvidado de nuestra memoria, las estaciones de tren han ido desapareciendo como sombras en la bruma. ¿Quién no recuerda ese silbido familiar que nos hacía correr hacia la ventana? En Porreres, ese sonido marcaba la llegada del tren, una pequeña rutina que unía a toda una comunidad.
Pero hoy, esos ecos se han apagado y muchos se preguntan qué ha pasado con aquellas paradas llenas de vida. Las estaciones no solo eran puntos en el mapa; eran el latido de los pueblos, donde historias y vidas se entrelazaban cada día. Sin embargo, esta historia ha cambiado y parece que seguimos tirando a la basura parte de nuestro patrimonio.
Un viaje hacia el olvido
¿Qué queda ahora? Imágenes borrosas y recuerdos nostálgicos. La modernidad avanza a pasos agigantados mientras nosotros miramos atrás con añoranza. Nos encontramos ante un monocultivo turístico, donde lo auténtico se pierde entre edificios impersonales y rutas turísticas predefinidas.
Algunos todavía guardan esperanza. “Los trenes podían unirnos”, dice un vecino mientras observa los raíles oxidados. Pero en este viaje hacia el futuro, ¿quién está dispuesto a preservar lo valioso? Es hora de reflexionar sobre nuestras raíces antes de que sea demasiado tarde.