En el Gran Premio de Qatar, Álex Rins vivió una experiencia que bien podría haber salido de una película de acción. En plena carrera, cuando todo parecía marchar con normalidad, un inesperado golpe cambió la historia. «En la vuelta 7 me saltó una piedra a 300 km/h que me dejó K.O.», confesó el piloto, quien no pudo evitar sentir un dolor agudo en su brazo. A pesar de las ganas de darlo todo, la realidad fue otra: desde ese momento, tuvo que lidiar con un intenso malestar que casi lo lleva a abandonar.
Frustración sobre dos ruedas
A pesar de cruzar la meta en el puesto 12 gracias a una penalización ajena, Rins no podía esconder su desánimo. «Damos nuestro máximo», afirmó con cierto tono resignado. El problema es que muchas veces parece que eso no es suficiente. Se topó con Ogura, pero aunque su ritmo era superior, no logró adelantarle. “Es frustrante ver cómo otros pueden hacer lo que tú quieres hacer”, añadió.
Y aquí llega el verdadero drama: las carencias de su Yamaha son evidentes. «No se puede sacar más si no hay», sentenció Rins al referirse al grip y la aceleración del motor japonés. Esa falta de agarre le está costando caro y sus rivales se aprovechan sin piedad. Con cada curva, siente cómo los demás marcan líneas más cerradas mientras él tiene que luchar para mantenerse en pista.
La situación en el equipo es crítica y todos lo saben. Necesitan urgentemente mejorar la tracción si quieren competir realmente por los primeros puestos esta temporada. Álex sabe que tiene potencial y quiere ganar; solo espera poder demostrarlo pronto sin más obstáculos inesperados en su camino.