En la Audiencia de Palma, el presidente de la Federación Balear de Patinaje, Sebastián Rico Pons, se ha sentado en el banquillo para defenderse de acusaciones que lo señalan por abusos sexuales a tres extrabajadoras. Este martes, con una actitud desafiante, declaró que todas las acusaciones son «falsas» y afirmó que todo esto es un «complot en contra mía, algo huele a podrido». Su futuro está en juego; si la justicia lo condena, podría enfrentarse a cinco años tras las rejas. Pero su abogado va más allá y solicita siete años y medio.
Las voces que rompen el silencio
Rico lleva al mando desde 1984 y asegura que nunca antes había tenido problemas similares. Sin embargo, su defensa se tambalea ante los testimonios desgarradores de las denunciantes. Una de ellas relató cómo el presidente se acercaba por detrás y le decía que debería usar faldas más cortas para poder «pellizcarla» si cometía algún error. Además, no dudaba en soltar frases como «necesitas un buen polvo». Estas palabras resonaron como puñales entre quienes escuchaban.
Otra denunciante también compartió su experiencia: «Era muy grosero con sus comentarios cotidianos. En cualquier momento me soltaba eso de ‘besitos en el chochito’», recordó con desdén. La tercera víctima narró una situación aún más inquietante durante una competición en Palma donde él le tocaba los hombros mientras la llenaba de halagos inadecuados.
«No paraba de decirme ‘qué guapa eres’», confesó ella.
Aunque Rico intenta dar la vuelta a la situación afirmando que no utiliza esas expresiones cuestionables y sugiriendo que todo podría ser motivado por dinero, los testimonios apuntan hacia un patrón preocupante dentro del ambiente laboral. En este contexto, surge la pregunta inevitable: ¿es realmente un complot o estamos ante una realidad dolorosa que muchos prefieren ignorar?