En un panorama desgarrador, la ONU ha revelado que al menos 36 bombardeos israelíes en Gaza han dejado tras de sí un rastro de dolor, con solo mujeres y niños como víctimas mortales. La portavoz Ravina Shamdasani no se ha quedado callada ante esta realidad, afirmando que “el sufrimiento de los palestinos no conoce límite”. Estos ataques, que se han intensificado entre el 18 de marzo y el 9 de abril, han afectado a 224 edificios residenciales y campamentos para desplazados.
La situación desesperante en Gaza
¿Qué nos está pasando? En cada uno de esos ataques, las vidas perdidas son solo nombres y rostros olvidados. Hasta ahora, todas las víctimas identificadas eran mujeres y niños. Pero eso no es todo; la situación se vuelve más alarmante cuando hablamos del ataque en el hospital Nasr en Jan Yunis, donde un periodista perdió la vida y otros nueve resultaron heridos. Todo esto ocurre mientras Israel sostiene que uno de ellos era parte del “aparato de propaganda” de Hamás, sin jamás demostrar su participación armada.
Los datos son escalofriantes: desde el inicio del conflicto, ya son 209 los fallecidos por ataques israelíes. Y para colmo, Israel continúa negando el acceso a los medios internacionales para informar sobre lo que realmente sucede. La portavoz ha señalado también que “las órdenes de evacuación” emitidas por Israel se traducen en desplazamientos forzados, empujando a la población palestina hacia espacios cada vez más reducidos.
Si bien hay ciertas justificaciones legales para evacuar temporalmente civiles bajo condiciones específicas, lo que estamos viendo plantea serias dudas sobre si estas acciones buscan crear una zona de amortiguamiento permanente. Y es que estos ataques ponen en tela de juicio el cumplimiento del derecho internacional humanitario. Atacar deliberadamente a civiles es un crimen de guerra.
No podemos ignorar la desesperación palpable entre quienes sobreviven en Gaza; llevan seis semanas sin conexión con el mundo exterior ni acceso a alimentos o medicinas esenciales. Lo peor es que algunos altos funcionarios israelíes han insinuado que la ayuda humanitaria está atada a la liberación de rehenes. Esto genera preocupaciones profundas sobre castigo colectivo y uso intencionado del hambre como método bélico.
El ministro israeli Gideon Saar ya ha dejado claro que recortarán ayuda hasta finalizar la primera fase del intercambio con Hamás. Por tanto, vivimos una crisis humanitaria inminente donde los palestinos parecen estar atrapados entre dos fuegos: asediados externamente e reprimidos internamente por su propio gobierno. “La desesperación no tiene límites”, concluye Shamdasani.