En un giro inesperado de los acontecimientos, las Islas Baleares han conseguido atraer a 1.357 empresas de otras comunidades autónomas, siendo Catalunya la más afectada. Mientras muchos celebran esta llegada de nuevos negocios, otros ven en ello una auténtica deslocalización que podría dejar huella en el tejido empresarial del resto del país.
La llegada de la primavera y sus consecuencias
A medida que los primeros rayos de sol empiezan a calentar las costas baleares, también llegan miles de turistas. Pero no solo son visitantes; son grumers que advierten sobre la necesidad urgente de repensar el futuro turístico de nuestras islas. ¿Realmente queremos seguir apostando por un monocultivo turístico que tira a la basura nuestra identidad?
En Palma, los caravanistas se levantan en contra de una nueva ordenanza cívica que les deja fuera del juego: “Si el batle no nos escucha, iremos a juicio”, clama uno de ellos con voz decidida. No es para menos; las decisiones políticas pueden afectar directamente al día a día y al negocio de muchos.
Por si esto fuera poco, mientras algunos luchan por su espacio, otros enfrentan situaciones desesperadas como aquellos enfermos que, tras recibir un diagnóstico devastador como el cáncer, descubren que su aseguradora decide darles la espalda: “Me dijeron que no les salía a cuenta”. La realidad choca con las promesas vacías.
No podemos olvidar cómo este contexto afecta cada vez más a nuestra comunidad. El Govern parece estar más centrado en hacer tratos con Vox y quitar impuestos como la ecotaxa, dejando atrás compromisos vitales por el medio ambiente y por la educación en nuestra lengua. La Xarxa Educativa para la Llengua ya ha alzado la voz exigiendo una retirada del Plan de segregación: “No toquéis la escuela en catalán”, reclaman con fervor.
Tantas cosas están sucediendo y el futuro parece incierto para muchos. Entre decisiones políticas cuestionables y problemas sociales apremiantes, nos encontramos ante un cruce donde debemos decidir qué camino queremos tomar como sociedad.