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La lucha por las últimas tribus: un viaje entre culturas y resistencias

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Joan Riera es mucho más que un antropólogo; es un apasionado explorador de la humanidad. Desde su niñez en la comarca catalana de la Selva, donde su abuela Maria le enseñó a observar el mundo con curiosidad, ha llevado su amor por lo diverso hasta los rincones más remotos del planeta. Su vida es una aventura marcada por viajes a lugares como Camerún y Benín, donde aprendió que el verdadero tesoro radica en las culturas que aún resisten ante la homogeneización global.

Un proyecto vital en defensa de lo único

A través de The Last Places, una agencia que fundó junto al fotógrafo Aníbal Bueno, Joan ha encontrado una forma de financiar sus expediciones mientras promueve el respeto hacia las tradiciones de tribus que corren el riesgo de desaparecer. Aunque él mismo admite que “la batalla está parcialmente perdida”, su objetivo es claro: poner en valor la diversidad cultural como un patrimonio digno de ser preservado.

Su agencia se especializa en explorar zonas poco visitadas y también se dedica a documentar y publicar sobre cada grupo con el que trabaja. Desde Angola hasta Sudán del Sur, cada libro refleja no solo las costumbres, sino también los retos que enfrentan estas comunidades frente a un mundo que avanza sin mirar atrás.

En este camino, Joan ha descubierto algo fundamental: “Las tribus no quieren perder su identidad”. Pero para muchas comunidades, entender esto requiere una mirada externa que les haga reflexionar sobre sus propias raíces y cómo estas pueden ayudarles a enfrentar los cambios venideros.

A menudo describe Sudán del Sur como “una isla de resistencia cultural”, donde la riqueza estética se mantiene gracias al aislamiento prolongado tras años de guerra civil. Sin embargo, esta misma guerra ha traído consigo desafíos significativos: los niños no van a la escuela, lo cual puede ser perjudicial para cualquier sociedad.

Joan cree firmemente en dar herramientas a estas comunidades para gestionar el turismo cuando este comienza a llegar. Les aconsejan cómo recuperar tradiciones perdidas y adaptarse sin perder su esencia; porque más allá del beneficio económico inmediato, hay un orgullo colectivo por redescubrir lo propio.

Cada encuentro con estas etnias es una lección sobre la complejidad humana. Las historias de los pigmeos baka o los korubo son solo ejemplos del impacto devastador del colonialismo y cómo todavía hoy luchan por mantener sus costumbres frente al avance implacable del capitalismo global.

Y así surge la pregunta crucial: ¿por qué si una comunidad vive felizmente según sus tradiciones debe cambiar? El sistema actual tiende a imponer ideas foráneas sin cuestionar si realmente son necesarias o beneficiosas para ellos. Es doloroso ver cómo muchas tribus están atrapadas en este ciclo destructivo impulsado por intereses económicos ajenos.

Como bien señala Joan: “las ONG pueden ayudar, pero también crean dependencia”. Y ahí radica otro gran dilema; ¿deberíamos irnos con nuestras visiones paternalistas e imponer nuestra idea del progreso? La respuesta parece clara para él: el turismo puede ser una herramienta poderosa si se hace con respeto y conciencia.

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