Carlos Segarra, alma y voz de Los Rebeldes, se prepara para encender el escenario del Primavera Fest en Inca el próximo sábado 5 de abril. En medio de su gira ‘Más Sabe el Diablo’, que celebra nada menos que su 45 aniversario en el mundo del rock and roll y con un nuevo disco bajo el brazo, ‘Al Este del Edén’, este veterano no puede evitar compartir sus preocupaciones sobre la industria musical actual.
Una voz crítica desde la experiencia
Con más de cuatro décadas tocando, Segarra reconoce que ser considerado una leyenda tiene sus matices. «Prefiero ser leyenda viva que leyenda muerta», confiesa con una sonrisa. Pero no todo es felicidad en su mundo; él mismo señala lo triste que es ver a los jóvenes talentos tener que «pagar por tocar«. «Cuando empezamos con Los Rebeldes ya teníamos horas y horas de ensayo a nuestras espaldas. Hoy hay chicos que se lanzan sin ese respaldo», lamenta.
A medida que avanza la conversación, se siente esa chispa rebelde en él. Para Carlos, ser rocker va más allá de la música; es una actitud ante la vida misma. Al mirar a las nuevas generaciones, siente que muchos no aprenden de los errores pasados y recuerda aquella frase tan cierta: «El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla».
No podemos dejar pasar su visión sobre la manipulación informativa actual. “Es doloroso ver cómo la gente ya no distingue entre noticias reales y fake news”, dice con preocupación, señalando un problema social profundo que nos afecta a todos.
Aunque reconoce las dificultades al competir contra grandes corporaciones o figuras como Trump, mantiene firme su deseo de recuperar el orgullo europeo. Su estilo puede parecer un guiño a lo estadounidense, pero asegura que sus raíces son mucho más profundas e inclusivas.
Segarra recuerda aquellos días en Barcelona cuando todo parecía posible tras años de dictadura: “Era una fiesta”. La capital catalana era un hervidero cultural donde todos podían expresarse libremente. Y aunque reconoce que el rock llegó tarde a España, cree fervientemente en su legado y en su poder para unir culturas.
Tocar junto a Chuck Berry fue uno de esos hitos inolvidables en su vida: “No pasa todos los días”. Y mientras reflexiona sobre sus propias travesuras juveniles y las lecciones aprendidas en el camino, uno no puede evitar sentirse inspirado por este artista cuya pasión sigue intacta después de tantos años.